Una mañana te levantas con la sombra de un reproche en el oído.
Te lo dije.
Sé buena, se especial, se tranquila y dulce. No seas borde, sarcástica, pragmática o cínica. Aunque sea, aparenta ser normal.
Te lo dije un millón de veces y te lo volvería a decir.
Y es que lo más difícil que me puedes pedir en el universo es que sea normal. Que aparente ser normal. Que me trague cada una de mis manías, cada una de mis ideas, y que sonría cuando es debido. Deja de pedirme que intente comportarme como aquellos que tienen muchos amigos, que salen todos los sábados y sacan todos los nueves posibles.
Porque jamás te haré caso. Porque cuanto más me lo digas, más te ignoraré, y más me esforzaré por ser yo.
Por ser ese yo que nadie aguanta, que tiene poquitos amigos y se queda en casa diciendo gilipolleces vía Blogger. Siempre seré aquella que sacrifique noches, y tardes, y días enteros, y hojas de la agenda, por algo que le guste, o que le haga ilusión. Seré yo que usaré demasiado los lápices de color, que cuanto más me desanimes con algo más me empeñaré en hacerlo, y en dejarte deslumbrado.
Porque lo último que me puedes pedir en el universo es que no sea yo, que sea normal. Porque, cielo, normal es lo último que quiero ser en la vida.
Por más que duela, por mucho que me fuera a ir todo mejor siendo más normalita.
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