Sunday, October 16, 2011

Acto 1.

Una mañana te levantas para actuar. Pero no como de normal, no para revestirte de esa incomoda coraza, que pica y deseas arrancarte. No, ahora va en serio.
Porque, reconozcamoslo, a todos nos gusta ser quienes no somos. A veces, nos apetece olvidarnos de nuestro nombre y apellidos, y ser, un ratito, el malo, el fuerte, la tonta o el pagafantas. Asumimos los problemas de otros, lloramos por las desgracias de otros, nos reimos a carcajadas por la felicidad de otros. Otros que ni siquiera existen.
Y, al acabar, nos sentimos un poquito mejor en nuestra propia piel. Ser otro de vez en cuando mola, pero cuando vuelves a ser tu, te quieres un poquito mas.

Saturday, October 15, 2011

No es para tanto.

Una mañana te levantas solo para darte cuenta de lo equivocada que estabas. Que nunca has llegado a estar tan sola como te pensabas, que siempre quedaba ese poquito de luz en forma de bolsa de gominolas. Que, mientras tengas ese numero en tu agenda, ese salvavidas de nueve dígitos, y puedas llamarla para que te aguante un rato, nada de lo que te pase es para tanto. 

Friday, October 14, 2011

Punto.

Una mañana te das cuenta. Como darse cuenta de repente que tus muebles están dispuestos así desde hace tiempo. Igual de absurdo y de evidente.
Todo tiene un punto. Punto y seguido, punto y aparte. Punto final.
Todo acaba. Quieras o no, que es lo que menos importa. Tal y como acaban las frases, acaban las historias, las amistades, los problemas y las dudas. Con esas palabras que se niegan a desvanecerse, con ese murmullo de las cosas que mueren despacio, suaves, como el humo de tu cigarro que se va, ya no está.
Cada cosa tiene su final. Cada libro tiene su última página. Las frases nacen para acabar, tarde o temprano. Y acabarán.
Sea cual sea la frase, la palabra, el problema. Acabará. No lo olvides.
Sea cual sea el amor, la amistad, la fiesta, la alegría. Acabará. No lo olvides.

Thursday, October 13, 2011

Sombras.

Una mañana te despiertas sintiéndote una sombra. Un reflejo de los deseos de nadie, un suspiro inacabado, una espera eterna en ningún lugar. No le encuentras sentido a nada. No te encuentras.
No saber quien eres. No saber que quieres. No saber por que quieres lo que quieres. No saber por que no le quieres.
¿Se llama estupidez, se llama tener 16 años? ¿Se llama temer lo apropiado, desear lo imposible?
Se llama deseos de autodestrucción. Se llama llevarte al limite, hasta donde no puedes mas, hasta donde la mascara se cae y quedas tu, sin mas. Pero tu no existes, ya no eres.
Se llama sentir que tu piel te queda pequeña. Que tus sentimientos te quedan grandes. Que son demasiados, y ninguno tiene sentido. Se llama mirarte en una foto y no saber quien es la desconocida que te devuelve la sonrisa.
Se llama no saber ser feliz, tener miedo de la luz que acecha, esconderse entre las sombras de las cortinas, como de pequeño. No es tu hermano quien te busca, es la serenidad, esa desconocida, que te abandono a tu suerte y te dejo ahí, sin ti, sin nadie a quien recurrir. Te busca la esperanza, que te azota como un látigo, que la rechazas sistemáticamente porque creías que estaba muerta, y no te gusta tratar con zombies.
¿Sabes como se llama? Se llama quererle a el, y que su nombre no coincida con el que te manda mensajes cada día. Se llama haberte equivocado.

Ansiedad.

Una mañana te levantas con la estrecha presión en el pecho de la ansiedad. Ansiedad al desquiciarte en el ascensor. Ansiedad que se te nota en el gesto serio de la cara. Ansiedad en el tiquitaca de tus dedos contra la mesa, contra tu muslo, contra la carpeta. Que no te deja comer. Que no te deja respirar.
Ansiedad, ¿de que? De verse contra la espada y la pared. De verse arrastrada a alguien que si, lo mas seguro te hará feliz, pero sigue sin ser él. De saber que eres idiota, de que tienes todo lo que podrías pedir y mas y, aun así, no estar satisfecha. De ser incapaz de mirar a otro lado. De ser incapaz de evitar ese cosquilleo, ese ponerse colorada cuando se arrima. Ansiedad de no poder evitar ser tonta del culo.
Esperas a que se vaya, a que te deje tranquila. Pero la ansiedad es como el fuego: no se da por satisfecha hasta que no acaba contigo, hasta que no caes en tu propia trampa, en tu propia tentación, en tu propio pozo. ¿Lo peor? Saber que lo único que quieres es caer.

Wednesday, October 12, 2011

A ratos.

Un mañana estas de mala hostia. Y te cabreas con el universo entero, y lo pagas con el, que no se lo merece, y lo pagas contigo misma, que a lo mejor te lo mereces algo mas. Te da asco el mundo, lo ves como a traves de un cristal muy grueso, sucio y mentiroso, que lo tiñe todo con su amargura, su cinismo. Deseas salir corriendo, alejarte de esa ciudad, de ese deseo desastroso y destruyente que te lleva a anhelar lo imposible, a frustrarte a cada paso.
Y a lo mejor, por la tarde, todo cambia, simplemente con saludarles se te cambia el signo, olvidas lo urgente y te centras en lo importante, en tranquilizarse y jugar al poker con palitos de un árbol. Le pides perdón y todo va bien, te pides perdón y todo va genial. Te sientas en la hierba a ver el rato pasar, con ella, la que te aguanta y te soporta mas que tu misma.
Porque vamos a ratos, porque voy a ratos. Ahora te odio y ahora te pido perdón, te digo que te quiero y me apoyo en tu hombro. Temo dejarte atrás con mi ritmo demente, pero es que, si te digo la verdad, ni yo misma sigo mi propia velocidad.

A gustito.

Una mañana te despiertas, deseando levantarte para ir al baño, deseando desayunar para que se callen tus tripas, deseando salir a la calle para comprarte al fin el abrigo que buscabas.
Y, aun así, lo sacrificas todo, por estarte un ratito mas en la cama, porque apenas hay luz, porque estas calentita, se te cierran los ojos y se te acaban las ganas de hacer nada. Hasta que, evidentemente, sales hacia el baño. Y después vuelves a la cama. Muahahaha. Benditos sábados y domingos. Benditos días de fiesta. Benditas las once de la mañana y las tostadas con mantequilla. 

Tuesday, October 11, 2011

Como quieras.

Una mañana te despiertas sabiendo que todo ha cambiado. Albergas la esperanza de que sea como el aleteo de una mariposa, lento pero efectivo. Tras la tormenta, sonries al pensar que llegara la calma.
Pero te olvidas de que no es asi, de que tras la tomenta nunca llega la calma, solo las gotas de lluvia que empapan tu alma y te dejan sintiendo que todo cae, cae, a tu alrededor, y que nunca se despejara el cielo.
Nunca llueve al gusto de todos. Tal y como tu quieras que ocurran las cosas, sera exactamente del modo contrario al que ocurriran. 
Porque, admitamoslo, albergamos, en lo mas hondo de nuestro corazón, la esperanza de que la lluvia cese, que se despeje el cielo y que nos vuelva a saludar, tras tanto tiempo. Mas hondo aun, sin embargo, sabemos que no ocurrira. Que la lluvia sigue su ciclo, que nosotros no importamos, y que el resto de la gente no sabe como leer en nuestros corazones. 
Como quieras, a tu manera. Pero la lluvia, quieras que no, tiene preferencia. Preparate porque calara tu corazon cuando se le antoje. Y no cuando tu quieras. 
Y cuando digo lluvia, digo la indiferencia de aquel que no te atreves a querer en voz alta. Digo la decepcion, la angustia y las ganas de salir corriendo y enterrar la cabeza. Digo el momento cuando el espejismo se difumina. Que, casualidades de la vida, ¿adivinas? No es como querias.

Asuntos propios.

Una mañana te encuentras rodeada de gente a la que les importa mas la vida de los demas que la propia. Gente que, al parecer, tras maquillarse mucho y desayunar muy poco, tienen demasiado tiempo libre, y decidn gastarlo en preguntas de tipo: Hey, ¿de donde es la camisa que lleva X? ¿De una tienda para ciegos?, seguido de una risa de estas desagradables a mas no poder, como diciendo: "Tiene gracia, riete si quieres seguir siendo mi amiga".
¿Y como reaccionar? Facil.
A la gente que juzga a los demas por el estampado de la camisa, ni caso. Para eso se invento una de las mejors frases de la historia:
"Ni lo se, ni te importa".

Monday, October 10, 2011

Para nada.

Levantarte una mañana, ver que lo tienes que hacer todo y que no hay tiempo para nada.
Vestirse rápido, no desayunar, apenas peinarse, vestirse otras tres veces (si, cuando tienes prisa, pasa), perder el autobús,  volver a casa a tomarse las medicinas, volver para coger el autobús por los pelos, bajarse, correr hacia el instituto...
Y encontrarse, como de la nada, una furgoneta de repartos, en la que pone:
"Hoy puede ser un día perfecto, y mañana puede ser aun mejor".
Y que te salga de dentro la sonrisilla tonta.
Porque nunca tendremos tiempo para las cosas que nos desquician, nos molestan, nos agobian o nos desesperan. Pero encontraremos esos tres segundos para sonreír un poquito.
Aunque sean, efectivamente, tres segundos. Justo hasta que oyes el timbre.