Una mañana (o un mediodía), tu hermano, ese con el que estas a la gresca día si y día también, aparece con algo para ti. Se acuerda de ti. Y te enteras de que se refiere a ti como "su hermana", aunque en casa seas "Eh, tu!".
Y, mientras te comes las orejas de un conejo de chocolate, y aunque sepas que en veinte minutos volveréis a ser los mismos hermanos insoportables el uno para en otro, te sientes, por un ratito, la persona mas feliz de la Tierra, de Venus, de Marte y de parte de Júpiter.
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