Una mañana de estas en las que te preguntas si la gente realmente cambió.
De esto que no sabes muy bien si lo que ha pasado es que ha cambiado algo en ellos, o es que siempre fueron así y no lo has visto hasta ahora. Que nada ha cambiado, y ellos están mostrando una faceta distinta, algo que no esperarías. De esto que esperabas más, o mejor.
De esto que te estrellas contra la misma pared de siempre por no ser capaz de no tener expectativas. Poder no sentirte decepcionado cuando te decepcionan, poder no sentirte abandonado cuando te abandonan.
La gente que dice que siempre va a estar ahí miente. Los que no lo dicen no mienten, pero tampoco estarán ahí siempre. Los que dicen que siempre serán tus amigos, pase lo que pase, mienten. Los que dicen que nada va a cambiar mienten. Los que te abrazan una madrugada de Febrero y te prometen que no te van a dejar sola mienten. Los que se preocupan por ti mienten.
Y a lo mejor es su culpa por mentir, o a lo mejor es su culpa por ser unos cobardes y no decir la verdad. A lo mejor es su culpa por no darse cuenta de que no son tan buenas personas como piensan, o a lo mejor es su culpa por hacer promesas que no pueden cumplir.
O a lo mejor es tu culpa por creerles, a lo mejor es tu culpa y sólo tu culpa por no haber aprendido después de tantos años a no confiar en la gente.
El caso es que la culpa es de alguien, y todos aquí sabemos que, por si no fuera bastante con sentirte traicionado, abandonado, dolido o engañado, también vas a sentirte culpable.
Porque todos aquí sabemos que siempre, siempre, la culpa es tuya.
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