Una mañana te levantas. Diez minutos para pensar si levantarte o no. Diez para pensar qué ponerte. Diez para pensar el peinado. Diez para decidir si sales corriendo a por el bus o te esperas al siguiente.
Y una mañana te levantas de un bote, te vistes y te peinas a la vez, es decir, en el ascensor, y pones el pie en la acera para salir corriendo, porque pillas el bus, sí corres un poco.
Y una noche te lo piensas muy muy poco, y le sueltas un "yo sólo negocio con sexo o bebida", y te sale de dentro un "¿ni siquiera si soy yo la que está loca por ti?". Una noche decides pensar menos y hablar más, una noche pasas de las sutilezas, de las vueltas de cabeza y de la madre que los parió a todos, y te limitas a dejarte llevar.
Porque muchas veces, si te sientas delante de la pantalla y dejas que los dedos vuelen, te salen posts de puta madre. Porque muchas veces si no piensas en los cuádruples sentidos, él lo pilla de una puta vez, y entiende que es verdad. Porque muchas veces, meter las manos a tientas en el armario significa sacar de la nada un outfit de estos de conjunción astral.
Porque lo de menos es más es verdad. Porque si te pintas menos, ligas más, y si piensas menos, te diviertes más.
A lo mejor no le queda demasiado clara la idea de "TE COMERÍA A BOCADOS", o quizás tengas que peinarte cinco veces en diez minutos. Pero merece la pena, compensa ganar diez minutos de tu tiempo en lugar de ir perfecta, echarte unas risas en lugar de que siga sin olerse la tostada.
Porque compensa dejarte ir, olvidarte del mundo.
Por ti, y por mí.
Por ti, y por mí.
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