Una mañana te levantas con ganas de todo.
Y todo, ahora.
Muerde una hoja de menta y una rodaja de limón. Córtate el pelo por los hombros y píntate los labios de granate. Ponte las sandalias y pon las uñas de tus pies de color amarillo.
Toma el sol, silba a los chicos, sonríe a los chicos, besa a los chicos. Sé una descarada, invítalos a un café. No te cortes un pelo.
Vive un rato. Despiértate para comprobar que es verdad, que no acaba la vida cuando son las doce. Sal de fiesta un miércoles y ve de empalmada el jueves al instituto. Con ojeras y tacones, y si te preguntan ofréceles una demostración en primera persona de lo que has vivido.
Coge un tren a la playa, llévatelo contigo, comprad comida china y quedaos viendo cómo acaba el día.
¿Por qué esperar a que las cosas ocurran? ¿Por qué esperar a la ocasión pudiendo crearla?
Es mejor pedir perdón que pedir permiso. Es mejor llorar un día por desamor que no dormir tres años por no saber qué hacer. Es mejor quedarse con el recuerdo que con la duda de qué hubiera pasado. Y, sobre todo, es mejor hacer planes que acumular recuerdos.
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