Thursday, October 13, 2011

Ansiedad.

Una mañana te levantas con la estrecha presión en el pecho de la ansiedad. Ansiedad al desquiciarte en el ascensor. Ansiedad que se te nota en el gesto serio de la cara. Ansiedad en el tiquitaca de tus dedos contra la mesa, contra tu muslo, contra la carpeta. Que no te deja comer. Que no te deja respirar.
Ansiedad, ¿de que? De verse contra la espada y la pared. De verse arrastrada a alguien que si, lo mas seguro te hará feliz, pero sigue sin ser él. De saber que eres idiota, de que tienes todo lo que podrías pedir y mas y, aun así, no estar satisfecha. De ser incapaz de mirar a otro lado. De ser incapaz de evitar ese cosquilleo, ese ponerse colorada cuando se arrima. Ansiedad de no poder evitar ser tonta del culo.
Esperas a que se vaya, a que te deje tranquila. Pero la ansiedad es como el fuego: no se da por satisfecha hasta que no acaba contigo, hasta que no caes en tu propia trampa, en tu propia tentación, en tu propio pozo. ¿Lo peor? Saber que lo único que quieres es caer.

No comments:

Post a Comment